"Caronte llevaba las almas de los muertos por el Cocito y no dejaba pasar a nadie a menos que pagara una moneda de oro ".
Septiembre 2013
(FINAL)
Ya ha pasado mucho tiempo desde nuestro estúpido intento de rebelión. Cada día llegan niños del campo de concentración, y yo pienso en mis sobrinos que aún son muy pequeños y no pueden ser enviados a trabajar. Pero entre los nuevos niños, que no viven mucho tiempo por las pesadas jornadas de trabajo, llegó uno muy peculiar con esos ojos llenos de esperanza, esa cara de ángel y una inocencia admirables. En el momento en que me percaté de este niño, decidí protegerlo. Pensando que nunca volveré a ver a mis queridos sobrinos y el sería quien los sustituya. Después de unos meses terminé por encariñarme del niño y él también. Esto lo sé porque me dice papá. Todos los días le ayudo con sus labores para que soporte este infierno y, como premio, recibo una tierna sonrisa y un "gracias papá".
El coronel encargado del campo donde nos encontramos siempre me mira de una forma extraña; era esa mirada la que sentía observarme mucho tiempo atrás. El día de hoy me mandó llamar. Si me resistía al llamado, sería castigado e igualmente llevado ante su presencia, así que decidí presentarme sin objeción. Al llegar a su habitación, él ya me estaba esperando y me invitó a pasar de una forma muy cordial. Preguntó datos acerca de mi familia y yo respondí con mentiras a todo. Luego me dijo que cuánto apreciaba al joven que siempre estaba a mi lado y yo respondí que mucho. Después me dijo que qué daría por él, que qué pasaría si se lo llevaba. Yo le rogué, imploré y supliqué que no le hiciera daño. Él respondió que qué daría por este niño. Yo respondí que daría lo que sea, y al momento se me acercó e intento besarme pero yo puse resistencia. El coronel se enojó y me dijo que mandaría asesinar al pequeño. Le pedí disculpas y terminé accediendo a sus asquerosos deseos.
Así continuaron los días, cada viernes era llamado a la habitación del coronel, y él saciaba su deseo con mi cuerpo. Mientras estábamos trabajando solo recordaba su olor, sus ojos, su voz, y terminaba vomitando o me ponía de malas. Pero a cambio las cosas mejoraban mucho para el joven y para mí. Éramos tratados mucho mejor que los demás. Curiosamente platicando con Eduardo, mi hijo, le pregunté que si cree que las personas son malas y respondió que no. Yo no pregunté más, porque no quiero que el pierda su pureza.
No eran gratos mis encuentros con el coronel. Me sentía sucio, adolorido, y mi odio crecía contra este desgraciado, pero en estos tiempos fue una forma de sobrevivir. Yo no quería pero de cualquier forma sería obligado, ya que para los norteamericanos solo somos objetos a su total disposición. Simplemente era un pago para pasar la vida un poco mejor. Algunas veces, estando en su habitación, he pensado matarlo, pero mi hijo quedaría desprotegido y moriría.
No eran gratos mis encuentros con el coronel. Me sentía sucio, adolorido, y mi odio crecía contra este desgraciado, pero en estos tiempos fue una forma de sobrevivir. Yo no quería pero de cualquier forma sería obligado, ya que para los norteamericanos solo somos objetos a su total disposición. Simplemente era un pago para pasar la vida un poco mejor. Algunas veces, estando en su habitación, he pensado matarlo, pero mi hijo quedaría desprotegido y moriría.
Hoy es viernes, y es raro porque no fui llamado ante el coronel. Quién sabe qué ha pasado, pero estoy muy feliz porque esta vez no usará de mi cuerpo para satisfacerse. ¡Ojalá esté muerto!